A favor de la infidelidad (ensayo)
Te diré algo,
déjame darte información confidencial sobre Dios. A Dios le gusta observar, es
un bromista, piénsalo: Le da al hombre Instinto, les da ese
extraordinario “don” y después, qué es lo que hace, ¡lo juro, para su propia
diversión, para su propio teatro cósmico privado!...Él coloca las reglas en
oposición, la mayor estupidez que ha existido: Mira, pero no toques; toca, pero
no pruebes; prueba, pero no tragues...
Y mientras saltas de pie en pie ¿qué es lo que él hace?: ¡está allá arriba, el señor, muriéndose de la risa!
Y mientras saltas de pie en pie ¿qué es lo que él hace?: ¡está allá arriba, el señor, muriéndose de la risa!
El Abogado del
Diablo
A favor de la infidelidad
En la sociedad
actual la fachada siempre será más importante que el interior, presenciamos un
baile de máscaras que parece armónico y estético. Sin embargo, pocos se atreven
a bailar sin mascara y mirarse al espejo desde su realidad, sin
convencionalismos, sin normas ni márgenes, librados de la doble moral que nos
caracteriza y sin formatos religiosos.
Permanecer en la
máscara es estar en lo políticamente correcto, eternizarse en la programación
impuesta por la sociedad o por quien maneja los hilos de la misma porque es
necesario mantenernos controlados y en un mismo parecer, por ello, tener
opiniones dispares prende las alarmas, proscribiendo estos pareceres y
estigmatizándolos de perversos o quién sabe qué más categorías le puedan dar; porque
son temas tabú y no queremos confrontarnos y por sobre todo pensar por nosotros
mismos y no por la masa que nos imbuye
sus pilares de buen comportamiento.
Hablar de
infidelidad, es quitarse la máscara y empezar a tener una visión más amplia y
real de nuestras relaciones sentimentales, porque se edificó todo un entramado
de normas y paradigmas que ocultan la realidad que es…nadie es fiel.
Entendemos la
fidelidad como un pacto de pareja en el que hay exclusividad y es sustentado
por la confianza, por ende, la infidelidad es el rompimiento de este acuerdo,
el cual, pese al parecer del mundo, está quebrado desde el primer momento de su
establecimiento porque dejamos fuera de la ecuación la variable más importante
y no es el amor…es el instinto. Nos ufanamos de ser distintos a los animales
por nuestra capacidad de pensamiento, pero al más puro estilo del perro de
Pablov respondemos a estímulos. Sería un total contrasentido negar esta
realidad porque a todos se nos dilata la pupila ante algo que atraiga nuestra
atención; poseemos una memoria genética que hace que nos fijemos en mujeres de
caderas anchas porque son más aptas para la procreación o en hombres que tengan
éxito porque emulan el arquetipo del cazador triunfante de los tiempos
primitivos.
Adicional, todos
remiten la fidelidad a lo corpóreo y lo real dejando de lado el pensamiento y
la verdad sea dicha; todos somos infieles en pensamiento; en nuestra
imaginación podemos recrear situaciones que solo se traducen en el descontento
de nuestra realidad. La sociedad doble moralista alimenta esto con la
televisión, la pornografía y el internet. Somos constantemente bombardeados con
imágenes que detallan el ideal de persona por el cual estaríamos dispuestos a
ser infiel y desde la otra esquina alimentan nuestra emotividad con culebrones
y novelas de triángulos amorosos, que aumentan el estigma hacia lo infiel.
Por el contexto
social la infidelidad es vista como una caída, ya que nosotros mismos le
incorporamos un contenido de culpa, y así como dijo Maturana: “perder es ganar
un poco”, por lo que caer en la infidelidad quizás solo nos hace más
conocedores de si mismos y de nuestros límites y por ende con mayor experiencia
para lidiar con estas situaciones. Sin embargo, el costo de sentirse engañado,
no es más que nuestro ego que se encuentra herido porque nuestra pareja es
vista como una propiedad que nos ha sido hurtada y es el apego el que grita y
llora mas no nuestro ser esencial.
Para concluir,
podríamos decir que la sociedad alimenta esta carga negativa hacia la infidelidad
por medio de la religión, las costumbres o el statu quo a mantener, pero ella
misma valida esta situación con los estereotipos de conquistador o de la femme fatal
que el común tiende a emular. La verdad es que no se puede llegar a tener la
idea de una fidelidad total porque hasta el más puritano ha tenido pensamientos
o recreaciones con personas diferentes a su pareja. Somos seres sensitivos y
presas de emociones, quizás todos tenemos un precio emocional por el cual
podemos ser infieles y es allí el carácter de redención de la infidelidad que
es el autoconocimiento de sí mismo. No estoy a favor de la promiscuidad sin
sentido o convertirse en un busca trofeos…estoy a favor de vivir etapas, de
librarse del apego, de desprogramarse, de dejarse tentar, de vivir, de escoger,
de equiparar, de llorar, de experimentar, de conocerse, de aceptarse, de
valorar al otro, de ser políticamente incorrecto y …de quitarse la máscara.
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